jueves, 18 de septiembre de 2014

Futsal no es fútbol de juguete

Cada día me despierto y durante toda la jornada asumo la ardua tarea de aclarar el nombre de mi deporte.
Tal es así que recurrentemente sueño con esas escenas donde alguien me pregunta si yo soy “el del fútbol”, a lo cual siempre respondo: “no, yo me dedico al FUTSAL”.
He contabilizado un promedio de diez aclaraciones que hago por día respecto al nombre correcto de mi deporte en los últimos años.
Son tres mil seiscientas cincuenta personas al año a las que debo aclararles cómo se llama mi deporte.
Eso me orienta, es mi norte, quien soy. Solo un salonista.
Duele el amor de ser salonista y que no me llamen por mi nombre.
Que ignoren mi historia, orígenes, identidad y la lucha de miles. Sobre todo esa lucha diaria por ser reconocidos como deporte independiente. Poder ser olímpicos algún día. Valorados por nuestras propias capacidades.
Ni que hablar de las reglas, características, logros, organización global y campeonatos.
Es cansador, pero necesario. Todavía hay muchas personas que están vinculadas a la actividad, ocupan cargos y roles importantes que creen que este deporte es fútbol, ni siquiera lo llaman FUTSAL. Es increíble.
Para colmo vivo en un país donde la identidad de miles ha sido sometida a duras pruebas en las últimas décadas y viviremos con secuelas durante al menos varias décadas más.
Eso duele también todavía.
Ser un salonista se asemeja a historias de ciencia ficción, de dificultades, de amor y de paradojas.
Y es que el futsal no es fútbol de juguete, ni fútbol para ex jugadores. Tampoco, como dijo el Diego, "Fútbol chiquito". Ni fútbol cinco.
Se patea una pelota para embocarle a un arco, pero son dos deportes diferentes con algunas similitudes.
No hay dudas de que la relación entre nuestro futsal y el fútbol es paradojal y tiene orígenes desde nuestro nacimiento en Uruguay en el año 1930. Pero también en esa esencia están el básquet y el vóley, debido a la gran influencia que tuvieron sus creadores en la formación profesional del inventor de nuestro deporte, el profesor Juan Carlos Ceriani.
No es fútbol. Es FUTSAL.
La sigla FUTSAL, no nos olvidemos, fue creada en el año 1985 en un Congreso de la ex FIFUSA (Federación Internacional de Fútbol de Salón) que se celebró en la ciudad española de Madrid. Hoy ese legado continúa en la AMF (Asociación Mundial de Futsal).
Esa idea buscaba diferenciarnos de ese otro deporte tan masivo y magnético. El fútbol con su megaestructura siempre haciendo de filtro para todo.
Hace casi cuarenta años que luchamos por diferenciarnos del fútbol en cientos de países del planeta
Nuestro nombre en forma de sigla ha sido absorbido incluso por la multinacional más poderosa del capitalismo y dueña del deporte masivo que intenta eclipsarnos por intereses mezquinos e ignorantes. 
Engañan a la opinión pública por medio de sus cadenas deportivas mediáticas, serviles y monopólicas.
Nadie gana con esta puja estéril. Porque quizás ni esfuerzo haya que hacer si usamos la lógica al observar la situación.
Los intereses mezquinos nos han traído hasta aquí. Propios y ajenos.
Muchos todavía creen que la estructura del otro deporte les va a dar lo que ellos mismos no fueron capaces de conseguir, por falta de visión y carácter.
Es que los temas de fondo son siempre los mismos en el futsal mundial.
Podemos comenzar por la identificación, que en muchos aspectos es la síntesis de nuestras carencias.
Aunque luego nos encontramos con diversos temas de interés que hacen a la actual coyuntura y dependencia.
La falta de infraestructura en la mayoría de los clubes.
Los reglamentos de la base que no nos permiten formar verdaderos salonistas completos con valores y capacidades propias, no debemos vivir "de prestado" ni imitando modelos ajenos.
Los diversos balones y reglamentos que nunca van de la mano de la fluidez y belleza del juego.
Las federaciones, los intereses difusos de algunos dirigentes del futsal, y del fútbol con una injerencia autoritaria sobre un deporte que no es propio y de algunos políticos aprovechadores de la coyuntura.
La falta de difusión a la actividad por parte de los medios de comunicación, solo algunos apasionados cercanos al deporte difunden.
El escaso apoyo y reconocimiento del Comité Olímpico Internacional (COI).
Muchas veces pienso y reflexiono sobre algunas conductas de aquellos actores vinculados al fútbol ya sea para armar eventos o emitir opiniones sobre nuestro deporte.
En general se nota claramente el interés que tienen por absorber al futsal y sus recursos genuinos, mostrando su voracidad en los mensajes y simbolismos.
Por ejemplo hace pocos días se jugó en Brasil un partido de futsal en la versión de la FIFA, entre las selecciones de ese país y Argentina.
El partido se organizó en un estadio de fútbol llamado Mané Garrincha que posee una capacidad para sesenta mil espectadores. Los dirigentes de la Confederación Brasileña de Futsal (CBFS) se propusieron batir un récord de asistencia en partidos de futsal.
Seguramente lo lograron ya que unas cincuenta mil personas asistieron al estadio para ver el clásico sudamericano (de cualquier deporte). También lograron simbolizar la decisión tomada hace veinticinco años, cuando comenzaron a desvincularse de la ex FIFUSA para formar parte del aparato imperialista de FIFA.
La foto del estadio de fútbol conteniendo una pista de futsal en su interior me dejó la amarga sensación de lo que significa para mí como salonista soportar tremendo atropello a la identidad.




Una imagen que nunca voy a olvidar y de la que debemos aprender todos, porque eso es lo que quiere el fútbol para nosotros. Que seamos solamente un subproducto.
Nos quieren convertir en esclavos, nos quieren imponer la idea de que sin ellos no podemos crecer.
Mientras tanto miles de salonistas transitan su realidad en el complejo universo que es el futsal, ajenos a los intereses de quienes organizan el profesionalismo.
Nuestro principal recurso son los jugadores, esos son verdaderos diamantes salonistas.
Por eso los buscan, por su esencia, por su identidad para jugar al futsal.
Siempre explico en la charla cotidiana: "nos cortan un brazo y nos crecen dos nuevos".
 Todos los salonistas somos absolutamente responsables del destino de nuestro deporte.
¿Qué futuro queremos para el futsal?
¿Cómo podemos ser independientes sin caer en las experiencias negativas anteriores en el marco organizativo global?
¿Para qué parecernos a otro deporte que no es el nuestro?




Edición: Roxana Muriel