sábado, 27 de febrero de 2016

Las causalidades de la vida

Hace 6 años me daban un premio inesperado en mi ciudad, dada mi trayectoria como jugador de futsal. Deseo compartir la anécdota detrás de esa noche de premiación, porque siempre me ha dejado reflexionando. 
Esa noche me habían invitado para recibir una mención, ya con 39 años no esperaba otra cosa que un diploma, se acercaba mi retiro y lo sabía.
Fui a recibirlo en compañía de mi padre. A él lo tuve que convencer porque veníamos de una audiencia pública donde fuimos bastardeados por un grupo de vecinos y docentes, ya que se discutía si la federación de futsal merecía ser adjudicataria de 2 lotes emplazados en una reserva fiscal. Mi padre en su rol de arquitecto fue a fundamentar el proyecto del gimnasio que donó a los clubes de Ushuaia y yo como referente local de mi deporte a dar mi apoyo a la cesión.
Esa audiencia pública se extendió mas de lo que yo había pensado y fue muy dura para mí, salí extenuado e indignado por el desprecio que percibí. 
Le habíamos prometido a mi abuelo (el padre de mi padre) que iríamos a cenar con él, situación que nos generaba apuro en recibir esa mención que me esperaba en la ceremonia de La-Revista Del-Deporte.
Al recibirla con gran alegría, nos fuimos con mi viejo a su casa raudamente para cenar con mi abuelo, que nos esperaba junto a algunos de mis hermanos.
Ya todos se habían ido y nosotros llegamos con el postre, el único que nos esperaba era mi abuelo, así que nos sentamos y compartimos con el la cena y el postre helado que tanto le gustaba, charlando sobre esa maratónica noche.
A la hora y cuarto de estar sentado me llaman a mi teléfono móvil, era el periodista Vicente Molina de TDF Sport que aún estaba en la premiación; yo no entendía y el me gritaba preguntando donde me encontraba, que me llamaban de la organización del evento para entregarme el premio mayor de la noche al deportista mas destacado del año, elegido por los medios de mi pueblo.
No podía creer lo que me decía y tampoco reaccionaba, no sabía si ir o no, ya que era una vergüenza para mi haberme retirado de la ceremonia y llegar tarde a recibir tal galardón. Me puse a quejarme de la mala suerte que tenía por haberme perdido mi noche sin saberlo, fue una completa sorpresa.
Mi abuelo me miró y me dijo: ¿De qué te quejás? andá a buscar tu premio, otras personas nunca reciben nada, es tu momento ¡disfrutálo!
Salí corriendo en el auto, recibí el premio de manos del Intendente (...) quien me hizo bromas sobre mi llegada tarde, ya todos se habían marchado de la fiesta.
Volví a lo de mis padres a mostrarles el premio, a seguir en la sobremesa con mi abuelo.
Esa noche no solo ignoraba que me iban a dar el premio mayor, tampoco sabía que no volvería a jugar oficialmente al futsal, debido a una lesión que sufriría en mi rodilla a los pocos meses.
Fue la última noche que vi a mi abuelo, quien a los pocos días falleció.
Por algo tenía que ser así, siempre creí que para estar con el, despedirnos y que me dejara una última lección con una sonrisa. ¡Gracias abuelo!





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